Él librará al menesteroso que clamare… tendrá misericordia del pobre y del menesteroso, y salvará la vida de los pobres.
Salmo 72:12-13
El hombre de quien habían salido los demonios… se fue, publicando por toda la ciudad cuán grandes cosas había hecho Jesús con él.
Lucas 8:38-39
Sorprendente Misericordia
Al bajar de un barco, Jesús y sus discípulos vieron acercarse a un individuo desnudo, lastimado, amenazante y con mirada extraviada. Ese endemoniado vivía en los sepulcros. No era dueño de sí, porque muchos demonios se habían apoderado de él y lo dominaban. Incluso rompía las cadenas con las cuales trataban de atarlo.
El Señor Jesús no comentó esta trágica situación ni esa ignominiosa esclavitud. No juzgó al pecador, pero veía detrás de él la obra de Satanás. Liberó de sus cadenas al alienado, echó a los demonios, hizo desaparecer todos los rastros de su avasallamiento y lo usó como testigo de su liberación en su aldea y en su familia (Marcos 5:19-20, Lucas 8:38-39).
A veces, en las estaciones de ferrocarril, en parques u otros lugares públicos, vemos a algunas de esas personas, dependientes del alcohol o de la droga. ¿Qué experimentamos? Repugnancia e incluso miedo. ¿Nos damos cuenta de que estos miserables seres pueden llegar a ser testigos de la gracia del Señor al aceptarle como Salvador, por medio del poder y la misericordia de Dios?
Por bajo que haya caído un ser humano, cualesquiera sean sus cadenas, Jesucristo es todopoderoso y su amor es infinito. Imitemos ese gran amor y esa compasión de nuestro Salvador.