Dios es grande, y… (No) se puede seguir la huella de sus años.
Job 36:26
Para con el Señor un día es como mil años, y mil años como un día.
2 Pedro 3:8
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Después de dos mil años de cristianismo, entramos en el tercer milenio. ¡Mil años es una unidad de tiempo impresionante! Son más o menos cuarenta generaciones. Algunos hombres han tenido una longevidad excepcional, pero por más larga que sea una vida, aun hasta 120 años, el fin es el mismo para todos: la muerte. El rey Salomón fue el hombre más sabio que existió en la tierra. Hubiese querido prolongar la esperanza de vida para el hombre, pero su conclusión es que de nada serviría que el hombre “viviere mil años dos veces, sin gustar el bien (sin ser feliz)” (Eclesiastés 6:6).
Dios ofrece la felicidad sobre una base diferente a la duración de la vida: “Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado” (Salmo 32:1). La felicidad está ligada al hecho de tener la conciencia limpia, de estar en paz con Dios por la fe en Jesucristo. El goza lo da la confianza en Dios, conocido como Padre todopoderoso y lleno de compasión. La vida humana es breve y endeble, pero Dios es grande e inmutable, es “el mismo”, el que no cambia (Hebreos 13:8).
El tiempo sigue avanzando. Hoy todavía es el tiempo de la gracia, el momento de recibir a Jesús, por la fe, en el corazón. Pero cuando Dios haya quebrantado la oposición del mundo, introducirá un reino de justicia y de paz. En él, la hermosura y la supremacía del Rey, Jesucristo, brillará durante mil años, pero ninguno de aquellos que hoy lo rechazan participará de esa suerte.