Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.
Romanos 10:9
El que tiene sed, venga; y el que quiera, tome del agua de la vida gratuitamente.
Apocalipsis 22:17
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En uno de sus poemas, el poeta francés Víctor Hugo evoca el noble y paciente trabajo del sembrador: <<Se siente hasta qué punto él debe creer en la huida útil de los días>>.
Este pensamiento del tiempo que huye nos interpela a todos. Los días pasan, pero ¿tienen una verdadera utilidad? ¿Aprovechamos el tiempo que Dios nos da para responder a su llamado, o endurecemos nuestro corazón? ¿Menospreciaremos las riquezas de la benignidad de Dios, su paciencia y su longanimidad, ignorando que su benignidad nos guía al arrepentimiento? (Romanos 2:4). La Palabra de Dios nos propone tomar una decisión: “Os he puesto delante la vida y la muerte, la bendición y la maldición; escoge, pues la vida, para que vivas” (Deuteronomio 30:19).
Dios nos ofrece creer en Jesucristo, a quien él envió a este mundo a morir por nosotros en la cruz. Hoy todavía es el día de la salvación. Quizá mañana sea demasiado tarde.
Cuando oímos esta voz damos una respuesta favorable, podemos ver transcurrir nuestros días sin temor. Cuando hemos entrado en la esfera de la fe, ya no fijamos nuestra atención en las cosas que se ven, sino en “las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas” (2 de Corintios 4:18). Así descubrimos la verdadera utilidad de nuestra vida.