Si el árbol cayere al sur, o al norte, en el lugar que el árbol cayere, allí quedará.
Eclesiastés 11:3
He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación.
2 Corintios 6:2
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Nicolás estaba cautivado por su juego electrónico. La presión de sus dedos sobre los botones ponía en marcha una sucesión de <<bip>>. A fuerza de <<bip>>, Nicolás rechazaba a los posibles agresores. De repente, levantó la cabeza y me declaró:-¡Me quedan cinco vidas!
Por cierto, no era más que un juego. Si Nicolás perdía la partida y los agresores triunfaban, él volvería a empezar otra vez el juego.
¡Era tan simple…! Bastaba un clic en el lugar adecuado. Espero que Nicolás nunca confunda este pasatiempo artificial con la realidad.
Este juego electrónico presenta el peligro de trivializar la muerte y hacer perder la conciencia de la seriedad de la vida. Hace pensar que siempre se puede volver a empezar una nueva vida. Se juega con su propia vida, pero también con la de los demás. La realidad es muy diferente. Cada uno de nosotros sólo tiene una vida para vivir. No se puede volver a empezar; la muerte es un fin inevitable.
La vida que se nos da es única, nadie conoce el plazo de ésta. Tiene una importancia eterna. Durante nuestra existencia terrenal tenemos la oportunidad de acercarnos a Dios. Él desea salvarnos. Para eso nos ha dado a su Hijo único: Jesucristo. Aquí en la tierra se juega nuestra suerte eterna. Sería trágico que uno de nuestros lectores tardara en escoger el camino correcto. Junto con la Palabra de Dios: “os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios” (2 Corintios 5:20).