María… sentándose a los pies de Jesús, oía su palabra.
Lucas 10:39
Si alguno tiene oídos para oír, oiga.
Marcos 7:16
Esta corta frase es importante. Escuchar, ¿no es el menor signo de respeto por parte de la criatura hacia su Creador? Esto quiere decir prestar oído con atención. Por nuestra parte supone una implicación más intensa que el simple hecho de oír.
La Biblia nos invita a escuchar lo que Dios dice, sobre todo respecto a la salvación de nuestra alma. Somos pecadores, pero mediante su sacrificio en la cruz del Calvario Jesús, el Hijo unigénito de Dios, soportó en nuestro lugar el castigo que merecíamos. “Oíd, y vivirá vuestra alma”(55:3), escribió el profeta Isaías siglos antes de Cristo.
Cuando alguien ha creído en Jesús y ha recibido la vida divina, debe comportarse de una manera digna del Señor para agradarle en todo (Colosenses 1:10). Por eso para esta persona es importante escuchar, conducida por el Espíritu Santo, lo que la Palabra de Dios le revela, para que siga en la buena dirección.
El camino está sembrado de trampas, y Satanás, el enemigo de los hombres, tratará de hacerlos tropezar. Entonces, hagamos como el joven rey Salomón: en su oración pedía a Dios “un corazón entendido” para hacer frente a sus responsabilidades (1 Reyes 3:9).
No olvidemos lo que dice el apóstol Santiago: “Todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse” (Santiago 1:19).
Cuando el hombre escucha, Dios habla. El que no quiere escucharle, escuchará entonces la voz del enemigo de nuestras almas.