Encomienda al Señor tu camino, y confía en él; y él hará.
Salmo 37:5
Yo sé a quién he creído, y estoy seguro que es poderoso para guardar mi depósito.
2 Timoteo 1:12
Arrojarse al vacío
Mientras el paracaidista no se haya lanzado al vacío, no puede sentir las cuerdas del paracaídas que lo sostiene. Primeramente, debe dar el salto como principio de confianza, y sólo después constatará que es llevado. Asimismo, mientras no confiemos verdaderamente en la Providencia divina para nuestras necesidades, no podremos experimentar sus efectos en nuestra vida.
De hecho, nos cuesta confiar. Las promesas del Evangelio no nos bastan, queremos ver, por lo menos un poco, para creer. Pero sólo podemos conocer la ayuda de Dios si le damos la oportunidad de manifestarse. Siempre debemos, pues, dar el primer paso en el camino de la fe. Para eso no hemos de calcular y prever todo, ni procurar resolver todo por nosotros mismos. Sencillamente debemos apoyarnos en el Señor.
Por supuesto, hemos de ser sensatos, precavidos, calcular nuestros gastos y pensar en nuestro porvenir, pero todo depende del estado de ánimo en el que lo hacemos. Por miedo a quedarnos sin lo necesario, en el fondo por falta de confianza en Dios, podemos programar todo por adelantado hasta con respecto a los menores detalles. Pero lo que honra al Señor es que preveamos sin inquietud lo que es legítimo y que nos entreguemos a Dios, quien proveerá lo que nos haga falta, incluso lo que supera nuestras posibilidades humanas naturales (Efesios 3:20).